El diseño de los espacios como elemento facilitador del aprendizaje está cobrado cada vez mayor relevancia en los entornos educativos para atender la gran diversidad existente en las aulas. Esta idea tiene su origen en organizaciones internacionales como la UNESCO que propone la educación inclusiva en igualdad de oportunidades (Informe Delors, 1996) y la educación como un derecho fundamental (Declaración de Incheon, 2015). También, el primer tratado internacional sobre los derechos humanos a través de la Convención Internacional de los Derechos de las Personas con Discapacidad (ONU, 2006), en su artículo 24, estable que todas las personas tienen derecho a la educación básica y se ha facilitar los accesos a la educación superior, profesional y laboral. Igualmente, la Agenda 2030 y el Informe de los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) ponen el foco en garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad que promueva oportunidades de aprendizaje a lo largo de toda la vida (UNESCO, 2018).
Los entornos universitarios generan nuevos espacios de aprendizaje en el alumnado
Por su parte, el sistema educativo español diseña un currículo integrado y transversal orientado a que todo el alumnado tenga garantías de éxito en la educación a través de la mejora continua de los procesos educativos junto con una mayor personalización del aprendizaje (LOMLOE, 2020). En esta línea, el aprendizaje competencial favorece el desarrollo de otros aprendizajes funcionales y significativos, además de aportar un carácter integrador, transferible, dinámico, ilimitado y evaluable (Gras y Cano, 2005; Garagorri, 2007). Esta trayectoria plural que lleva más de dos décadas desarrollando políticas y normativas para la inclusión y la participación en la comunidad social, cultural y educativa ha dado fruto a diversas iniciativas en el diseño de espacios de aprendizaje desde diferentes ámbitos educativos. En España se aprecian iniciativas como el Programa Promentor por la Universidad Autónoma de Madrid, pionera en este tipo de formación. En esta línea, son las universidades que apuestan por la formación continua para capacitar al alumnado con diversidad funcional desde nuevos entornos digitales que potencian diferentes áreas de desarrollo personal (López, Moreno y Días, 2020). Otros estudios revelan los beneficios en la formación continua en competencias digitales en el contexto universitario para el alumnado con diversidad funcional ofreciendo nuevas oportunidades de capacitación profesional (García, Morales y Rodríguez, 2020).
El diseño de espacios innovadores para la práctica física, deportiva y el movimiento influyen de forma positiva en las áreas cerebrales y motrices.
De igual forma, diferentes investigaciones muestran la influencia positiva de las enseñanzas artísticas, la actividad física y deportiva en las diferentes áreas cerebrales y psicomotoras (Cheon, Reeve y Vansteenkiste, 2020; Demetriou y Bachner, 2019). Prácticas funcionales que se desarrollan en diferentes espacios específicos diseñados para su realización. Dichos espacios funcionan como herramientas facilitadoras del aprendizaje influyendo de forma efectiva a la hora de descubrir otras capacidades que contribuyen al proceso de crecimiento, preparando a personas diversas, creativas y formadas para integrarse como parte activa del tejido empresarial, social y cultural. De la misma manera la práctica deportiva, la actividad física y el movimiento están en concordancia con la Estrategia Mundial sobre la alimentación, actividad física y salud (OMS, 2004) que pone el foco en la promoción del bienestar para una vida más saludable y plena. Un ejemplo de nuevos espacios para el aprendizaje es la Fundación Constellatio Campus, que a través de su método U.N.I.T.Y destaca la actividad física y el deporte como motor principal de activación del desarrollo personal. Este forma de contemplar los espacios para el aprendizaje pone en valor plantear otro tipo de apoyos y acciones formativas para la autonomía y la participación que de respuesta a la persona con diversidad funcional. Los espacios participativos favorecen la autonomía personal y grupal, facilitando la transformación y crecimiento de la persona. Esta forma acción contribuye hacia una educación de mayor calidad que se enfrenta a uno de los grandes desafíos de la sociedad del siglo XXI que la diversidad de personas y de entornos de aprendizaje.