Los beneficios de la educación en la formación de los individuos y en el desarrollo de las sociedades son incuestionables. Es a través de este instrumento que se contribuye a que las futuras generaciones adquieran y desarrollen conocimientos y aptitudes para tomar decisiones individuales y de colaboración basadas en el compromiso de los derechos humanos para transformar la sociedad. De forma más específica, las investigaciones desarrolladas en el área de la educación de la primera infancia han demostrado que, al ser los primeros años de vida los cimientos del desarrollo de la personalidad, la inteligencia y el comportamiento social de todo individuo, esto son considerados críticos y decisivos en el desarrollo del ser humano.
Si bien hay mejoras considerables con respecto a la educación de la primera infancia, los vertiginosos cambios sociales, culturales, políticos vulneran, agrietan e inestabilizan una de las conquistas democráticas más destacada a lo largo de nuestra historia: el derecho al acceso y permanencia a una educación de calidad.
La Educación, un Derecho Humano básico
El 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) proclamó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Por su parte, la Convención sobre los Derechos del Niño, el 20 de noviembre de 1989, la cual se convirtió en ley en 1990, formaliza la inclusión de un derecho en un tratado internacional que expone la lucha por reconocer a la educación como un principio ético con sentido fundamental.
Desde entonces, el derecho a la educación es uno de los principios rectores que ha respaldado la puesta en marcha de programas, políticas y acuerdos internacionales, tales como el Marco de Acción de Dakar Educación para Todos: Cumplir nuestros compromisos comunes, que dedica su primer objetivo a extender y garantizar una educación integral de la primera infancia, especialmente para los niños más vulnerables y desfavorecidos, y recientemente, la Agenda Mundial Educación 2030, que establece en su cuarto Objetivo de Desarrollo Sostenible, la necesidad de garantizar el disfrute pleno del derecho a la educación como catalizador para lograr un desarrollo sostenible.
Los objetivos que hacen referencia a la educación y que han sido establecidos en los distintos Marcos de Acción Internacionales, constituyen los cimientos de las acciones y prácticas que deberían atenderlos. Esto implica asumir a la educación como un proceso permanente, flexible y dinámico que concede herramientas a los individuos para su desarrollo personal, siendo así que, a través del desarrollo individual, el ser humano progresa en sus condiciones y la sociedad responde en la igualdad, equidad y congruencia a sus propias exigencias.
Desafíos educativos de la primera infancia en una nueva agenda global
Uno de los resultados de la aplicación de los compromisos establecidos en el Marco de Acción de Dakar Educación para Todos ha sido el establecimiento de la obligatoriedad de la Educación Infantil (3 a 6 años de edad) en 40 de los 155 países participantes. Se podría atribuir, como consecuencia de esta decisión, el aumento del 64% de la matrícula en la enseñanza preescolar entre el año 1999 y el 2012 en el mundo. Si bien, el informe La Educación para Todos, 2000-2015: logros y desafíos, de UNESCO, asume estos resultados como uno de los avances más relevantes de la Educación Infantil, aún persisten las desigualdades y discrepancias en torno a aquellas áreas inherentes a la aplicación y creación de entornos que permitan el desarrollo de una educación de calidad.
La preocupación por la atención integral de la primera infancia se pone de manifiesto en los análisis recomendaciones derivadas de los encuentros internacionales, que señalan la importancia de una educación precoz y los beneficios en términos individuales e inmediatos, pero también en términos sociales, políticos y económicos que los individuos pueden acarrear a lo largo de toda su vida, ya que las habilidades que potencien se revierten en la familia, la comunidad y la nación; sin embargo, estos informes internacionales evidencian también que las tareas pendientes de la agenda del siglo XX continúan latentes en la actualidad.
De acuerdo con el informe Ending Extreme Poverty: A Focus on Children, en todo el mundo, durante los últimos 30 años, casi 285 millones de niños vivían en pobreza extrema o están en riesgo de exclusión social; en Europa, persiste la disparidad que existe respecto a la tasa de riesgo de pobreza para los menores y mayores de 18 años de edad, siendo España (20.2%,) es el tercer país con el mayor riesgo de riesgo de pobreza infantil en Europa, antecedido por Rumanía (34%) y Luxemburgo (22,5%); en Asia central, 27%, más niñas que niños en edad de asistir a la escuela preescolar y primaria, no lo hacen; y más de la mitad de las escuelas en África subsahariana no tiene acceso a servicios básicos públicos, incluidos los servicios y materiales tecnológicos dentro de estos.
El progreso hacia el acceso y permanencia a una educación de calidad ha sido y continúa siendo desigual
En este contexto, la globalización plantea hoy retomar las discusiones en torno a la mejora de la educación de la calidad y asumir los desafíos educativos de una nueva agenda global desde un marco de acción que plantee nuevos esquemas de conexión político-educativo que surjan desde el desarrollo de una ética global basada en defensa de los derechos humanos y la sostenibilidad.
Hacia una nueva concepción de la atención y educación de la primera infancia
La transformación de las sociedades es cada vez más rápida y diversificada que nunca. Si persisten las tendencias actuales, se corre el peligro de seguir anclados en el subdesarrollo, la desigualdad y la incongruencia con las exigencias de la sociedad actual. Los retos que enfrenta la educación son numerosos.
Si la educación contribuye al progreso del ser humano en sus condiciones y a la mejora de las naciones, tal y como afirma Ana Ancheta Arrabal, es menester que la educación de la primera infancia, como fase decisiva del ciclo de la vida del ser humano y su atención integral, permita enfrentar los retos de la pobreza, la inequidad y la exclusión social.
De acuerdo con la Organización de Estados Iberoamericanos, la ampliación del acceso y permanencia a una enseñanza de la primera infancia de buena calidad, implica asumir al niño como un sujeto que vive, piensa, ama y sueña en comunidad; como una persona compleja, sujeta de pensamiento, de afectos y de vida social. Este concepto de infancia, plantea infinidad de desafíos en su educación, los cuales invitan a analizar, revisar e innovar la formación y profesionalización de los docentes; fortalecer las estrategias de trabajo entre las familias y la comunidad; definir políticas y acciones en torno a la inclusión y atención a la diversidad; y sobre todo, priorizar que la educación se desarrolle desde la equidad.
En este sentido, resulta fundamental abordar políticas educativas y sociales que permitan atender la realidad social de los países en términos de bienestar social, para que, de este modo, se responda al desarrollo eficiente de las iniciativas educativas destinadas a la primera infancia, y en especial, para los grupos más vulnerables.
Autora: Montserrat Magro Gutiérrez, Doctoranda en Educación & Profesora de Educación Infantil, UCJC